Esta semana me preguntaron qué antojos he tenido
durante el embarazo. Estaba pensando responder que no he tenido antojos
específicos, sólo un poco más de ganas por el dulce, cuando mi marido respondió
por mí: -hablar, dijo, y yo quedé muda.
Inmediatamente el novio de mi hermana reaccionó: -Ese
no es un antojo de embarazada. Es de familia. A ellas les fascina conversar.
La esposa de mi hermano opinó: -No es de familia, es
de género: ustedes hablan muy poquito.
Es verdad. Dice un estudio de esos que hacen en
universidades gringas o de Europa, en los que siguen a personas durante 15 o 20
años para confirmar que el agua tibia sí es tibia, que las mujeres
hablamos el triple que los hombres: Nosotras decimos en promedio 20.000 palabras
al día y ellos 7.000.
Claro que esas cifras son el promedio. Yo creo que mi
estándar diario es de 25.000 y el de mi marido por ahí 4.000. Hay casos peores:
mi hermano debe rondar las 500 al día. Su hija de 18 meses ya conversa
mucho, dice monosílabos como sí, no, sopita, pollito, maluco, papito y cosas
así. Ella también debe estar hoy por las 500 palabras al día y entonces tienen
conversaciones perfectas, con frases de una o máximo dos palabras. Él se siente
feliz con un interlocutor de su nivel, pero en pocas semanas ella lo
superará. Será más lo que ella diga que lo que él responda.
Mi hermano tiene 31 años y hasta donde sé es una
persona normal, o mejor, es un hombre normal, de pocas palabras.
Mi hermano trabaja con un amigo que debe rondar el
promedio de 100 palabras al día. A veces almorzamos juntos. No habla. De pronto
dice "sí" o "bueno" y eso es suficiente. Es un tipo muy
brillante, y supongo que mientras yo hablo y hablo él piensa en cosas
interesantísimas, teorías matemáticas o soluciones informáticas muy
complejas, pero no lo sabré porque nunca cuenta nada. Mi hermano y él son
amigos desde el colegio y se entienden perfectamente. Imagino que hay muchos
días en los que aunque están juntos todo el tiempo en la oficina sólo se dicen
"hola" y "adiós". Podrían decirse "Hasta luego" o
"hasta mañana" pero son dos palabras y prefieren la brevedad.
En todos los consejos sobre las relaciones de pareja
dicen que hay que promover el diálogo, y yo me esfuerzo. Entonces por las
noches, cuando llego de la oficina, desarrollo mi ráfaga de 25.000 palabras
contra las 4.000 de mi marido. Yo le cuento que en el trabajo pasó esto y
aquello, que hable con fulano, que leí tal cosa, que almorcé con tal persona,
que me fue bien, regular o mal, que en mi familia están todos bien, que hablé
con mi hermana y las cosas qué tengo que hacer mañana. Él me responde:
"ok" o "bueno" y cuando le pregunto que cómo le fue
responde "bien" y cuando le pregunto que qué hizo dice: "nada
raro". Eso es el diálogo conyugal. Ahí empieza a hablar el televisor. Ahora
estoy embarazada y él dice que hablo más, y como se preocupa por mi descanso
entonces a veces me interrumpe el monólogo y dice -Nana, yo creo que es hora de
que te duermas ya.
Mi hermana no está embarazada pero el novio le dice lo
mismo, sobre todo cuando dan algo bueno en televisión. Cosas de familia.
Cuando eso pasa, se quedan atragantados varios miles
de las 25.000 palabras diarias, y uno amanece con saldo en rojo. Ya no tocan
25.000 sino 30.000 o más, lo que quedó debiendo del día anterior. Entonces uno
chatea, escribe, habla con la hermana o con la mamá (que son de la familia y
tienen el mismo promedio comunicativo). Ahora también tengo la opción de hablar
con Alicia. Le canto, le cuento cosas, pero a ratos me siento como esa gente
que uno ve en la calle como loca haciendo gestos y hablando sola, hasta que
descubre que es que está usando el manos libres del celular.
No se trata de hablar con cualquiera para saldar el
déficit de palabras. Por ejemplo yo evito gente aficionada a hablar de
enfermedades. Hay personas que son capaces de gastarse las 25.000 palabras en
explicar una endoscopia que les hicieron, o un dolor que les apareció en la
mano. Que pereza, habiendo cosas tan buenas para charlar. Hay otra gente que
gasta todas sus palabras diarias en quejarse, o en inventarse problemas. Gente
gris que hace reclamos y dice “pero” todo el tiempo. Horrible.
Así como los interlocutores, los temas van cambiando
con el tiempo. Yo creo que adolescente gasté 25.000 palabras o más cada día
hablando con las amigas del colegio de tipos con los que habría cruzado 100
palabras. Hay también peleas en las que gasté hasta 50.000 palabras, de las que
sobraban todas. Y al contrario, hay temas tabú que merecerían menos silencio.
En fin, esta
entrada ya va cerca de las 881 palabras. Mi marido ve televisión en silencio y
yo no tengo más que decir. Mi hermano habría dicho en 4 palabras lo que yo dije
tan largo. Él habría dicho: “nosotros somos concretos. Ustedes hablan mucha
bobada”. O no habría dicho nada. Todo esto le parece irrelevante.