lunes, 13 de febrero de 2012

El problema del nombre

Yo quería que se llamara Elías pero mi esposo se opuso de manera radical: Elías es nombre de viejito, dijo. Quería Lorenzo, pero Lorenza era una lora que vivió durante años con su familia. 
Si fuera niña, me habría gustado Alicia. Cuando lo mencioné mi mamá hizo mala cara. Dijo que Alicia es una conocida suya que parece loca. Le recordé que tiene otra amiga que también se llama Alicia y la aprecia mucho... Una amiga, en cambio, me dijo que le parecía bonito, como Alicia en el País de las Maravillas. A mi el nombre me atrapó hace meses, cuando estaba viendo en televisión la noticia del asesinato de Facundo Cabral y pusieron "me gusta el sol, Alicia y las palomas...". También cantaron "Te recuerdo Amanda" y también me gustó Amanda. Sin embargo no insistí mucho en el nombre de niña, porque presentía que la discusión importante era sobre el del niño. Intuía que sería niño.
Aunque faltan meses para que nazca, para mí, al menos, era urgente definir el nombre. Conozco una mamá que quería ponerle a su hijo un nombre poco común y su pareja se opuso. El parto es ya y por ahora se sigue llamando "El Bebé". Yo quería que El Bebé de esta familia tuviera un nombre pronto. Suficiente con la incertidumbre del parto, el jardín infantil, etc. para sumarle la del nombre. 
Primero nos pusimos de acuerdo en lo que no queríamos. Nos pusimos de acuerdo es muy exagerado, mejor decir que negociamos, hicimos concesiones: yo no quería nombres compuestos. Mi nombre es compuesto y siempre he usado sólo el primero. Decir los dos nombres es muy largo. Tengo un amigo holandés que tiene 4 nombres y aunque allá eso es común, en la vida cotidiana sólo usa uno. Creo que los nombres compuestos son un desperdicio: los papás piensan durante meses 2 nombres que combinen y los hijos desusan la mitad. 
Está claro que no queremos nombres "agringados". Nada de versiones criollas de nombres anglosajones. Mejor Enrique que William. Mi marido insistió en que no quería nombres biblícos y ese fue otro golpe para mi Elías, o para Raquel, mi otra opción si era niña.
Tampoco queríamos un nombre que esté de moda. Los nombres son generacionales: a mí por el nombre me pueden calcular la edad. En mi salón del colegio éramos sólo 16 y justo a mí me tocó el nombre repetido. Queríamos un nombre que al gritarlo en un parque no corrieran 10 niños al llamado. Que cuando por teléfono diga: hablas con fulano, no tenga que dar sus dos apellidos para identificarse.
En la casa de mi esposo son comunes los nombres que se repiten de generación en generación, así que hay varios miembros con el mismo nombre y apellido. Aunque es una tradición, yo me opuse: no me gusta estar contando un cuento y tener que aclarar de cuál de todos los tocayos estoy hablando, o que cuando pregunten por fulano uno no tenga que preguntar: cuál ¿el papá o el hijo?
Cuando empezaron a pensar en el nombre de mi única sobrina, mi hermano y mi cuñada leyeron que era deseable que el nombre "combinara" con el apellido; que al decir nombre y apellido sonaran bien. Con mi sobrina lo lograron perfecto: se llama Violeta y sus dos apellidos empiezan por "Vi", es ViViVi. Pero esas coincidencias no siempre ocurren y no es fácil encontrar nombres bonitos, castizos, no bíblicos, originales, que no estén de moda y que además rimen con el apellido.
Un amigo me encareció que leyera lo que dice Alejandro Jodorowsky sobre los nombres, porque no se le debe poner a un hijo nombres de muertos. Me jodí, pensé, porque mi originalidad no da para tanto y todos los nombres que me gustan deben estar en lápidas. Leí a Jodorowsky y su idea no es tan radical. Él lo que dice es que si en la familia hubo un incesto no le ponga el nombre del padre involucrado, o de un exnovio, o de un artista famoso porque entonces el niño nace ya con una carga. 
Descartados también los nombres como Consuelo, Piedad, Dolores, Clemencia y todos los que implican sufrimiento. Un nombre es una marca y que al hijo no lo marque la tristeza. Por eso, por si las moscas, para no meter la pata, busqué en los diccionarios del significado de los nombres que aparecen en Internet, el origen y significado de las posibles opciones, no sea que el nombre que a uno le gusta signifique en griego o en latín "esclavo", "siervo" o cosas similares. Encontré algunos así. Y por supuesto leí listados larguísimos de nombres y recordé los nombres de los personajes de los libros que me gustan porque sonaban bien, pero concluí que los nombres no se juzgan por su sonoridad, por si combinan o no con el apellido, sino por si las personas o personajes que uno conoce o conoció con ese nombre le gustan o no. Uno no le puede poner a un hijo el nombre de una persona que le cae mal o de los que tiene mala imagen. Por eso será que hay pocos Judas. Así las cosas volvimos al principio. Elías o Lorenzo. Pero como se trata de que los dos quedemos conformes llegamos a un acuerdo: se llamará Gonzalo, como un viejo y amable vecino de mi esposo, como mi abuelo.

2 comentarios:

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ay, ¡qué bonito! Lloré.

Libra Libros dijo...

Je, gracias por llorar y compartirlo.