martes, 8 de mayo de 2012

La jefe y la materna

Este fin de semana salió en El Tiempo un informe sobre "los hijos del Estado", según el cual el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar tiene más de 60.000 niños en hogares sustitutos, instituciones o con sus familias pero intervenidas por violencia intrafamiliar y otras cosas. De ésos, 8.294 niños y jóvenes están "en condición de adoptabilidad".

La cifra me impresionó. Tantos niños sin familia, sin hogar estable. Sobre ellos pensé mucho anoche cuando asistí a mi primera sesión del curso psicoprofiláctico: Si fuera obligatorio tomar el curso para quedar embarazado, es decir, enterarse de tanto detalle antes de encargar bebé, muchas más parejas pensarían en serio en la opción de adoptar. Las adolescentes se tomarían más en serio lo de la planificación.

Yo nunca he posado de valiente. Le tengo pavor al parto. Terror. Una prima me contó que cuando estaba embarazada veía todos los programas de Discovery Health sobre partos. Yo en televisión y cine siempre cierro los ojos cuando aparecen sangre, suero, jeringas. Sobre todo la bolsa de suero me causa una debilidad rara. Me pone blandita. Un psicoanalista podría sacarme mucha plata indagando el origen de esa fobia. Por estos días, cuando me hacen la recurrente pregunta sobre si prefiero el parto natural o la cesárea respondo que ninguna de las anteriores. Mi opción es la teletransportación, pero nací en la época errada. O me gustaría como la Virgen María, que iba en un burrito sabanero, llegó a un pesebre y al rato nació el Niño Dios, pero nunca nos dicen que con dolor, con contracciones, con sangre ni nada de eso. La concibieron sin tocarla ni mancharla y así dio a luz. Por obra y gracia del Espíritu Santo. Un milagro así quisiera yo (el del parto, se entiende, no el de la concepción).

Pero como no es posible, ayer empecé el curso psicoprofiláctico. El curso lo dicta una enfermera a la que todo el mundo le dice La Jefe, porque es enfermera jefe, y nosotras somos Las Maternas. No las mamás, ni las embarazadas, ni las señoras, sino Las Maternas.

Esta Materna debe tomar 11 sesiones, cada una de 2 horas, sobre temas varios. Hay algunos con títulos bonitos como "masajes estimulantes" o "respiración y relajación", pero por azar del horario empecé con la sesión del terror: "Cuidados de la mamá después del parto". Uno está todo ilusionado esperando a la bebé, imaginándose su sonrisa y haciéndose el loco con el tema del parto, y llega La Jefe a hacerle a uno un aterrizaje forzoso: En el parto se pierden 500 ml de sangre. si es cesárea se pierde el doble. Por eso si La Materna quiere ir al baño en las siguientes 6 horas después del parto no puede. Tiene que hacer en pato o pañal. O aguantar, porque se puede desmayar. Cuando oí eso le dije a mi marido que yo sí me voy a desmayar, pero no cuando nazca Alicia, sino ya, ahí mismo en plena clase, porque todo lo que La Jefe dice va debidamente complementado por una presentación en power point con fotos y gráficos como para que a uno no se le vaya a ocurrir jamás levantarse después del parto.

Otros detalles: en la maleta para el hospital debo empacar al menos 10 pañales. Quiero decir: 10 pañales para mi, no para la bebé. Nos mostraron uno, no los conocía. Son como unos cucos gigantes, diseño matapasiones, talla única, talla XXL. También hay que llevar 2 pijamas, ojalá tipo bata, ojalá con botones o cremallera adelante, o sea de las que descontinuaron en el mercado hace 50 años. Les decían locas. Es para que las enfermeras puedan poner más fácil los catéteres, el suero... qué obsesión con el suero!

La Jefe tenía una teta de caucho, como una pelota, para explicar los problemas que surgen con la lactancia. Mastitis, agrietamiento, sangrado, congestión. Con razón tantísima publicidad dirigida a Las Maternas, en radio, prensa y televisión, pidiéndonos que amamantemos durante 6 meses, porque es saludable, porque genera vínculos con el bebé, porque ayuda a adelgazar más rápido, porque aumenta las defensas y un largo etcétera. Si eso fuera tan bueno y feliz se vendería solo, sin publicidad, pero ayer con la teta de caucho entendí con suficiente detalle la letra menuda del asunto.

Un dato curioso: Los pezones están conectados al útero (no sé si conectados directamente o cómo... La Jefe no explicó) y cuando el bebé chupa el pezón, el útero se contrae. Amamantar después del parto ayuda a que el útero se cierre más rápido, pero jalar los pezones en el embarazo genera pequeñas contracciones y en el primer trimestre puede ser riesgoso. (En otra entrada ya había contado sobre la hipersensibilidad en las tetas que surge con el embarazo y lo sabroso que eso puede ser... pero ya lo dijo Roberto Carlos: "lo que a mi me gusta es ilegal, es inmoral o engorda.

La Materna estará en el hospital 24 horas si es parto natural y 48 si es cesárea. Yo nunca he pasado una noche en un hospital. Jamás. Lo más grave que me ha ocurrido fue la cirugía para sacarme las cordales. Ahí me cogieron uno o dos puntos en cada muela, me pusieron anestesia local, dolió terrible y me mandaron inmediatamente para la casa. Ahora dormiré en el hospital y en la perspectiva más amable me cogerán puntos en lugar innombrable que se espera que no se infecten, no sangren y en todo caso sí molestarán y arderán (eso dijo La Jefe) y me toca a mí misma hacerles al menos 2 curaciones diarias hasta que se caigan por ahí a los 5 días. Eso si las cosas van bien, porque si se complican habrá cesárea y esos puntos sí duran por ahí 15 días y toca volver a donde el médico para que los retiren.

Como ya hablé de la Virgen María, sigamos con las referencias bíblicas: el curso psicoprofiláctico me pareció muy similar a eso que pintan de Jesús en el Monte de los Olivos, que "vio" todos los tormentos por los que iba a pasar más adelante y le pidió a Dios que le apartara ese cáliz pero que si no se podía pues ni modo. El curso es igual: Materna, ya sabemos que estás muy feliz, pero te vamos a mostrar los tormentos que te esperan. Este cáliz no lo puedes apartar, es el precio que debes pagar, así que aguántate. Venimos a aguar la fiesta.

Pienso en el parto y mejor ni pienso. Me imagino sangre, jeringas, suero, inyecciones, puntos y más sangre. Todo eso me aterra. Me consuelo con lo que me dijo un amigo periodista: "bueno, al menos no hay hasta ahora ningún caso conocido de un bebé que se quede eternamente viviendo ahí. Por algún lado saldrá". No sé por dónde saldrá Alicia, pero saldrá. Entonces reflexiono sobre toda la gente que anda por ahí, que nació en algún momento, surgió de un parto, hubo una mamá que ya pasó por todo lo que me espera y si todas pudieron yo no debería sentir tanto susto. De pronto antes, hace años, muchas mamás iban al parto medio desinformadas o medio engañadas... por lo menos al del primer hijo... y con los otros pues de malas, no había tanto método anticonceptivo. Hoy tenemos mucha información, sabemos más y el curso nos educa. Pero como a las esposas a las que les ponen los cachos, hay cosas que es mejor no saber.

1 comentario:

Ana María Mesa Villegas dijo...

Ay... Adri, tener algo bueno para decirte hombre... pero nada. Solo que me reí por montones, pero que en ningún caso es burla sino consideración aterrada porque sufro de lo mismo, solo que yo no he caído en gravidez.