viernes, 24 de febrero de 2012

La música


No a todo el mundo le gusta la música. Mi mamá por ejemplo prefiere el silencio o la conversación y le parece que el mejor viaje en carretera es el que no tiene como fondo sonoro algo distinto a la charla, los pájaros, el río o el viento.

A mí en cambio me gusta la música, como a casi todo el mundo, pero el matrimonio me ha enseñado que el de la música es un gusto difícil en la vida cotidiana por lo invasivo que resulta: no me gustan los audífonos, a mi esposo tampoco, porque cortan la posibilidad de conversar, pero entonces ocurre que lo que él quiere oír a mi no me provoca en ese momento, o no me provoca nunca. Y viceversa. Por ejemplo, en sentido general pueden gustarme los cantos gregorianos, pero no para la hora del almuerzo familiar. A él le parece casi un pecado inconfesable que su esposa oiga Rocío Durcal en el carro o cante Pimpinela en alguna fiesta de amigos.

En todos los consejos que hay para embarazadas, el más recurrente, además de la buena alimentación, es el de escuchar música como medio de estimulación prenatal. Al bebé se le forman millones de neuronas en el primer trimestre de gestación y ya nunca más generará nuevas neuronas. Por no estimularlas adecuadamente muchas (todo en los bebés se mide en millones…) mueren antes del parto. Por eso oír música se convierte para las mamás en un imperativo, una carrera contra el tiempo y contra la muerte veloz de las neuronas. Las mamás primerizas y paranoicas nos imaginamos que por cada hora “perdida”, oyendo cosas distintas a la música, el bebé pierde neuronas que luego va a necesitar por ejemplo en una clase de química, pero luego viene otro artículo en Internet aclarando que la sobreestimulación es tan mala como la falta de estimulación y entonces uno queda sumido en el silencio profundo, escuchando la voz de la conciencia que le dice: relájate escucha tu corazón, o alguna cursilería así.

Como el Efecto Mozart es tan alabado, tan aplaudido, tan comentado, tan comercializado, tan vendido, he optado por si las moscas, por si tanta belleza resulta ser verdad, por oír música clásica a la hora del almuerzo. Cuando almuerzo en la oficina busco en You Tube y pongo Mozart o música clásica y me recuesto en la silla. Ojalá cortes que duren una hora y no 6 minutos para poder desconectarme de la pantalla. No tengo audífonos especiales para ponerme en la barriga como los que se ven en Internet, y a falta de “audífonos prenatales” también recomiendan subir al volumen más de lo habitual para que el bebé oiga. Pero como estoy en la oficina, me modero, no subo tanto el volumen, escucho y aspiro que el bebé oiga y si no, pues que al menos reciba la tranquilidad que la música clásica me produce a mí  (A la hora del almuerzo y teniendo en cuenta que estoy embarazada, no sé si es tranquilidad o un poco de somnolencia).

Con el embarazo la “radio hablada”, como se llaman ahora las emisoras de noticias, perdió una oyente. Antes, por mi trabajo, oía noticas prácticamente todo el día, pero ahora las limito sólo a horas de la mañana. En el carro pongo CDs y eso implica al menos 2 horas de música que antes eran de información: la hora de ida al trabajo y la hora de regreso, porque aunque no vivo tan lejos de la oficina el trancón es cada vez peor. Pero en el carro no oigo música clásica (esa es la dosis del almuerzo) y más bien sigo un consejo que me dio un amigo: Si yo estuviera embarazado le pondría al bebé música brasilera, que es tan alegre y armónica. Así que oigo música brasilera, jazz, reggae, bolero, celta, son cubano y todo lo que me gusta oír a buen volumen, porque en el carro sí subo los decibeles hasta estar segura que el bebé sí oye. Parece carro de hijo de narco (el volumen, no el carro, obviamente).

Así que a diario el bebé recibe su dosis de buena música, de la que nos gusta al papá y a la mamá. Pero como la mamá debe sentirse bien, alegre, contenta, entonces el bebé también recibe a veces, sobre todo los fines de semana, su dosis de plancha y de música (muy) popular. El papá pensará que le estoy deformando el gusto al niño, pero yo al contrario creo que se lo estoy volviendo holístico. ¿Cómo les suena?


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