La Matrioska
domingo, 4 de agosto de 2024
Adiós a la infancia
domingo, 19 de diciembre de 2021
Qué va a ser de ti lejos de casa
Joan Manuel Serrat acaba de anunciar que en 2022 hará una última gira luego de la cual se retirará de los escenarios y la noticia me dejó con sensación de abandono. Se trata de un duelo anticipado, como para empezar a preparar el terreno frente a lo que algún día, ojalá lejano, tendrá que ocurrir: eso mismo que le pasó esta semana a los seguidores de Vicente Fernández.
El balance anual personalizado que entrega Spotify indica que mi cantante favorito en 2021 fue “Camilo” y mi canción favorita fue “Vida de rico”, seguida de “Ropa cara”. Eso es lo que ocurre cuando se tiene una hija de 9 años que usa el celular de la mamá y se encarga de programar la música en carretera mientras vamos de paseo. En realidad mi artista más escuchado es Joan Manuel Serrat, que ocupa un honroso cuarto lugar en mi listado interferido.
En la época en la que todavía se usaba comprar y regalar CDs alcancé a acumular varios de Serrat, incluyendo los más recientes (¿y fallidos?) como “Canciones”, “Sombras de la China” o “La orquesta del Titanic”, a dúo con mi amado Joaquín Sabina. Sin embargo no son esos los que oímos cuando vamos en carretera al caer la tarde del domingo: siempre, de manera recurrente, una y otra vez regresamos al famosísimo “Mediterráneo” de 1971, que nos produce el mismo solaz del terreno conocido, similar a cuando uno dice “tan bueno que es pasear, pero tan bueno que es también volver a la casa”.
Cuando Serrat canta de Algeciras a Estambul me transporta a la luminosidad inolvidable de la capital turca; cuando dice que colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco pienso en Salamina; el Tío Alberto es mi papá, Germán Alberto; cuando se refiere a aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas siento la frágil felicidad que me dan los cortos paseos de fin de semana, y cada vez que oigo que la mujer que yo quiero es fruta jugosa, madurando feliz, dulce y vanidosa, inevitablemente miro con cara cursi de enamorada al que me la dedicó.
Pero de un tiempo para acá hay una canción de ese álbum que ha empezado a cobrar un sentido especial. Serrat tenía sólo 27 años y un hijo de escasos 2 cuando grabó “qué va a ser de ti lejos de casa, nena qué va a ser de ti”, una letra en la que el padre adolorido se pregunta en dónde estará la hija que se fue. Mi hija, que ya se la sabe, canta en coro con nosotros y Serrat: “y hoy te preguntas por qué un día se fue tu pequeña, si le diste toda tu juventud, un buen colegio de pago, el mejor de los bocados y tu amor”.
Durante el embarazo escribí un blog en el que registré novedades, sensaciones y preguntas. 12 horas antes de la cesárea anoté: “Mañana recibo a mi hija por 17, 18, 20 años, quizás más... Luego se irá de mi lado y hoy, en la víspera del parto, escribo esto para que nunca se me olvide que es prestada, que tiene su propia vida, que yo no viviré por ella y que algún día volará lejos y eso estará bien. Mi función consiste en darle alas y enseñarle a volar”.
Ya vamos por la mitad de ese tiempo de préstamo. Esta es la primera Navidad en la que ella sabe que el Niño Dios son los papás y entonces ya no hubo carta debajo del árbol. Ahora prefiere que le regalen ropa y no espera juguetes. Serrat lleva tiempos anticipándome el duelo por esta efímera niñez que “pasó veloz y ligera como una primavera en flor”. Veo a mi hija por el espejo retrovisor cantando sonriente “qué va a ser de ti lejos de casa, Ali qué va a ser de ti”, y pienso en aquellas pequeñas cosas que nos hacen que lloremos cuando nadie nos ve.
Publicado originalmente en La Patria el 19 de diciembre de 2021: https://www.lapatria.com/opinion/columnas/adriana-villegas-botero/que-va-ser-de-ti-lejos-de-casa
viernes, 24 de enero de 2014
Entrar al colegio
Pero lo que ocurrió el 15 de enero sí merece una publicación: Mi bebé entró al jardín... lleva una semana y está muy adaptada. Ya le dio gripa y hoy no pudo ir, síntoma de que se junta lo suficiente con sus demás compañeritos.
La búsqueda de jardín empezó cuando ella tenía 4 meses, antes que terminara mi licencia de maternidad. En Bogotá el tema de movilidad es tan complicado que antes de mirar modelos pedagógicos miramos cercanía. No queremos un bebé encerrado en una ruta escolar 40 minutos por la mañana y otros 40 por la tarde, o más.
Visité al menos 5 jardines y obtuve información por mail de otros 10 o más. Muchos se ufanan de tener aval de Harvard o de universidades gringas, de tener un modelo "único", adaptado de no sé cual escuela pedagógica interesante... pero cuando uno oye el cuento todos se parecen bastante: Usted papá, pague la matrícula, pague los materiales, pague el uniforme, pague la lonchera y nosotros acá nos encargamos de que aprenda jugando. Porque la promesa general de los jardines es que los niños no se aburran, que se diviertan, que jueguen, porque al parecer aprender es algo muy aburrido a menos que se les dé camuflado en medio del juego.
Los costos son increibles... el promedio mensual de pensión es de $1 millón, incluyendo lonchera pero sin transporte(es decir, casi 2 salarios mínimos). Hay más baratos, claro, al otro lado de la ciudad y ya expliqué que no quiero los 45 minutos de transporte por trayecto... o más.
Bueno, el caso es que después de buscar y buscar (en uno nos dijeron que el jardín también evaluaba a los papás porque querían que los niños estuvieran entre iguales...) optamos por el que nos queda más cerca. A 6 cuadras, así que podemos ir caminando.
Se llegó el primer día de clases y me pareció que mi bebé de 77 centímetros se veía como medio metro más grande con su uniforme escolar. Ella tranquila, hermosa, sonriente,con sus crespos recogidos en dos colitas. Los papás tranquilos, convencidos de que era lo mejor, salimos para el jardín. La recibió la profesora e inmediatamente se pusieron a jugar como si se conocieran de toda la vida. Hasta que de pronto esta mamá rompió a llorar, sin motivo ni razón. Porque sí. Porque ya la bebé no es bebé. Ya es escolar. Es grande. Tiene 17 meses, usa pañal, chupo, tetero, pero ya tiene uniforme, ya tiene una agenda académica, un horario de clases... ya se escolarizó, y terminará esta etapa por ahí dentro de 22 años.
Ahora que lo pienso, siquiera lloré. Había motivos.
lunes, 3 de junio de 2013
10 meses después
Si algo cambia con la llegada de un bebé, además de todo lo demás, es la noción del tiempo: Del tiempo inmediato como el que uno pierde en un trancón y se vuelven minutos interminables mientras uno llega a reencontrarse con la bebé (y a recibírsela justo a tiempo a la señora que la cuida y que trabaja hasta las 6 pm...) pero también los tiempos más largos como los meses: es increible que hace tan solo 10 meses yo aún estuviera embarazada y no hubiera visto la cara de mi bebé, que ahora me parece que la conozco desde siempre. La cara omnipresente que está en mi celular, en la pantalla de mi computador de la casa, en la oficina, en portarretratos, en la billetera. El rostro que me hace feliz. 10 meses son un tiempo muy corto para tanta revolución...
Pero también cambia la visión del tiempo a largo plazo... ahora pienso cosas como: "cuando ella tenga 20 yo tendré 57". Mi mamá tenía 23 cuando me tuvo y siempre vi a mi mamá como una señora muuuuuy adulta, muy mayor. Mi hija me verá como una anciana, cuando ella esté en la universidad yo estaré próxima a pensionarme (ojalá). Toda una vida de distancia.
Me he vuelto trascendental. Pienso cosas como las del párrafo anterior y pienso además que como posiblemente no tendré otro embarazo, entonces toda etapa que cierro con mi bebé implica un adiós definitivo. Por ejemplo: el fin de la lactancia. Odié la lactancia todo lo que pude la primera semana (la primera semana después de un parto todo sin excepción es horrible y por eso la naturaleza es sabia y hace que el bebé duerma como 20 de las 24 horas del día). Pero pasada una semana, me volví una vaca lechera experta y amamanté a mi bebé casi que exclusivamente durante los primeros 6 meses, y luego, cuando ya empezó a comer verduras, papillas, compotas, etc., continué alimentándola hasta los 8 meses y medio... hasta que se volvió televidente y entonces le pareció que es mejor ver Baby TV que chuparle a la mamá y no volvió a concentrarse en comer más de 10 o 15 segundos seguidos...
Que pesar... ya no volverá esa conexión tan íntima, tan intensa, de sentir al bebé pegado, comiendo y mirándolo a uno al mismo tiempo (oí que los humanos somos los únicos mamiferos que podemos mirar a los ojos a la cría mientras los alimentamos).
Si la lactancia es algo tan importante para la salud de los bebés, para la salud en general (y para que la materna adelgace rápido) la licencia de maternidad debería durar al menos 6 meses. Es muy difícil sostener la lactancia cuando de vuelve a trabajar: la leche se riega, se sale a destiempo, uno no logra conciliar los horarios, no siempre se sale de la oficina a la hora planeada. Todo está diseñado para que la lactancia termine el día en que uno vuelve a trabajar.
(A propósito de lo anterior, dos cosas: 1) por favor un diseñador industrial que diseñe un protector de lactancia que sí sirva. Es un producto que aún está pendiente de invención. Los que existen se corren, se caen, se mueven del brasiere. Usé varias marcas. Ninguno me sirvió. Si no tuve accidentes vergonzosos fue porque me volví obsesiva con el tema. 2) en consecuencia de lo dicho, hay que tener precauciones. La precaución mayor es prever que si uno hace ejercicio y se acalora aumenta la producción de leche. A mi nadie me lo dijo a lo mejor porque no hago ejercicio, pero "hacer ejercicio" puede ser caminar. Un día me fui a una laaaaaarga caminata bajo el sol y... afortunadamente tenía camiseta negra. Otra vez me fui a un matrimonio elegantísimo y después de bailar un rato tuve que meterme a un baño literalmente a ordeñarme como 20 minutos).
Moraleja: No llorar por la leche derramada.
Pero el fin de la lactancia no es el único desprendimiento: la bebé crece rápido, la ropa le queda chiquita y me da un pesar enorme desprenderme de esa ropita. Como mientras duró la licencia le tomé fotos casi a diario, cada atuendo es una foto y cada foto es un recuerdo de un sitio, un paseo, una experiencia...
Leo lo que escribía hace un año, el tono con que escribía, y el tono con el que escribo ahora. Me volví cursi, melancólica, trascendental. Me volví mamá, irremediablemente, pese a todas las advertencias.
Y sí, como todas las mamás, pienso que mi bebé es de exposición, es fuera de concurso.
jueves, 24 de enero de 2013
Ella allá y yo acá
Y la gente no ayudaba. Todo el mundo me decía que esos primeros días laborales eran lo peor, que separarse del bebé es durísimo, las mamás contaban su experiencia de llanto por semanas, dos tías me dijeron que ellas dejaron de trabajar... en fin. Entre mis opciones no estaba dejar de trabajar, así que me aferré al comentario que un día me hizo Cecilia Orozco, una periodista que admiro y que en alguna ocasión, cuando le conté mi angustia por volver a trabajar me dijo: "vas a ver que eso es lo mejor para las dos".
Y sí. Duro y todo pero ha sido bueno para las dos. Para mí porque recuperé mi rutina, mi vida social y profesional. Tengo ya otros temas de conversación con mi esposo, todos los días veo gente distinta y eso es sano no sólo para mi sino también para él... y para la bebé porque está bien cuidada y ya no depende solo de mí. Se ha vuelvo más sociable y acepta más fácil a terceras personas. Eso está bien.
Eso sí, vivo a las carreras: salgo por la mañana, regreso al medio día para almorzar con ella, vuelvo a la oficina por la tarde y regreso tan pronto como puedo, que no siempre es tan pronto como quiero. Hago relevos con mi marido porque en todo caso la persona que nos cuida a la bebé trabaja hasta las 6:00 pm. La vida se ha vuelto una carrera contrareloj por cumplir con los horarios pese a los trancones, la dificultad para conseguir taxi, etc. pero el esfuerzo vale la pena.
La bebé crece a pasos vertiginosos. Ya se sienta, ya come frutas, ya juega y responde a los juegos... cada día es un avance. Cada día es menos bebé. Apenas tiene 5 meses y medio pero siento nostalgia por los días idos, por cuando cabía en mi brazo o cuando la amamantaba más. Creo que ser mamá es vivir con angustia, comer sobrados y ser feliz así. Vivir con angustia chiquita permanente: angustia por saber que está bien, que no le falte nada, que esté sana... que la traten bien, que todos la quieran... que ella nos quiera.
Pero también es la alegría inmensa de volver del trabajo y ver su sonrisa, que borra cualquier rato maluco que haya podido haber a lo largo del día. Su sonrisa es la recompensa por cada día de trabajo.
martes, 13 de noviembre de 2012
Comer, dormir, llorar, sonreír
El día empieza cuando ella despierta. A veces a las 7:00 am, a veces a las 9:00 am. No se sabe. Sonríe, la alimento, nos duchamos, la alimento, duerme un ratico, despierta, sonríe, la alimento, le cambio el pañal, sonríe, llora y así hasta que llega mi esposo, hacia las 6:00 pm, y hacemos el "relevo" de roles. Es el momento en el que puedo hacer otras cosas. En la noche otra vez el ciclo de ducha-alimento-sueño.
Como uno de los consejos más recurrentes es hablarle al bebé, entonces yo digamos que vivo mi vida en voz alta: "Nené: Nos vamos a bañar", "el agua está caliente", "ya se enfrió un poquito", "hoy te voy a poner un conjunto amarillo", "vamos a ver televisión", "ese es Micky Mouse", "en media hora llega papito", "va a llover" y cosas así. A veces eso se lo digo conversado, pero cuando amanezco muy simpática se lo digo cantado.
Mi bebé ya cumplió tres meses, a mi me falta uno para empezar a trabajar y como hasta ahora no me he ganado el baloto siento correr los días del calendario con pasos de animal grande: en cuatro semanas tendré que separarme de mi bebé al menos 9 horas cada día y creo que me matará la tusa... Pondré foto de ella en la oficina, en el protector de pantalla del computador y renovaré casi a diario la imagen de ella en mi celular (eso ya lo vengo haciendo) para no separarme de su sonrisa ni un minuto. Estaré trabajando con el ánimo de una despechada mientras ella posiblemente ni se entere del cambio. En fin, así es el amor.
Tengo tanta ansiedad con la separación que hace poco tuve un sueño: Yo ya tenía que ir a trabajar y no tenía quién me la cuidara. Entonces una vecina me decía que ella la cuidaba y yo se la llevaba... Los hijos de mi vecina se despedían y yo ya me iba a ir a la oficina cuando mi vecina envolvió a mi bebé en unas cobijas y la metió a la nevera. "Por qué haces eso?", le dije, y me respondió: "Es que tengo que hacer unas vueltas pero no me demoro, y en la nevera no le pasa nada". Yo me iba a trabajar un poquito preocupada porque de pronto mi bebé sentiría frío.
Amo a mi bebé de una manera total, perdida, profunda, inesperada, inefable. Todos los días le digo que le daré 500 besos diarios. Me parece la más linda, la más sonriente, la más juiciosa. "La Más", tal y como todas mis amigas con bebés describen a sus hijos: como los más... La amo con intensidad aún en las pataletas, en las tardes de llanto prolongado e inexplicable, en los ratos en los que otra persona que no la ame tanto simplemente la dejaría llorar "hasta que se le pase".
El primer gran progreso lo logramos a las 10 semanas, cuando mi santa hija pasó toda la noche sin despertar. Creo que se lo debo todo a los consejos de www.babycenter.org, que me dieron tips para enseñarle a diferenciar el día de la noche. Un éxito porque mientras algunos bebés se despiertan varias veces en la noche durante el primer año, la mía duerme de 9 am a 7 pm sin despertarse desde que tenía 2 meses.
Supongo que vendrán muchos otros progresos: cuando gatee, cuando camine, cuando deje el pañal... yo por ahora sueño con dos momentos: cuando aprenda a coger las cosas para que ella misma se pueda poner su chupo (9 de cada 10 llantos se deben a que se le cayó el chupo) y cuando pueda hablar y entonces uno no tenga que adivinar qué es lo que quiere o necesita, y además pueda poner quejas si alguien la trató mal. Creo que uno de los grandes temores de mamá es que alguien la trate mal.
Cuenta la leyenda que yo antes salía los fines de semana. Si mi bebé hubiese nacido en una ciudad de clima amable, a lo mejor saldría con más frecuencia. Pero acá un día llueve y el otro también, y el que no llueve diluvia, o cae granizo, o ventea helado. Todas las mañanas planeo paseítos que el clima arruina. Así que nuestra vida ocurre en nuestro apartamento, en nuestro cuarto y poco más. Al principio recibimos muchas visitas pero ya se acabaron... Los temas siempre giran en torno a quién se parece ella: si a mi esposo o a mi. Las apuestas son 9 - 1 a favor mío. A mi esposo le sacó el ombligo que se le cayó al quinto día... a mí los cachetes, la boca, la piel blanquísima y creo que el pelo crespo, pero aún es prematuro saber. La semana pasada estuvimos de viaje a la casa de los abuelos y mi mamá dice que no se parece a mi. En fin, fueron unas vacaciones deliciosas aunque ahora pago las consecuencias: los abuelos la consintieron hasta el cansancio y ahora quiere estar cargada todo el tiempo. Lo exige con gritos que se escuchan desde la portería del edificio.
Me quedan 5 semanas de dicha... de verla dormir, sonreír, llorar, comer y dedicarme a eso de tiempo completo. Luego volveré al trabajo, a hacer malabares con el tiempo y a sentir culpa por dejarla tan pequeña, pero hay ocasiones en las que no hay opción. Una amiga me decía una vez que es una aguafiestas-masoquista: cuando va de viaje por carretera a pasar vacaciones con su familia a la Costa, ella no piensa en la semana deliciosa que le espera sino en el aburrimiento que tendrá al pasar por ese mismo sitio de la carretera cuando ya esté de regreso. Así estoy yo en este momento, pero espero que en el próximo minuto la sonrisa de mi bebé me quite esta melancolía.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Un mes después
Entonces la cosa es así: uno está dichoso, medio adolorido pero feliz con la bebé, con ganas de comentar con la familia que ya nació, a quién se parece, mírenle el puntico que tiene por nariz, cosas así, cuando llega una enfermera a advertir que la materna no puede hablar porque se llena de gases y eso duele. Entonces llegan las visitas, todos hablan, opinan, y uno coma callado. Y yo me tomé en serio esas recomendaciones médicas porque en la clínica, luego de la cesárea, me desmayé 2 veces... unas bajas de presión tenaces, así que más me valía cuidarme mucho para soportar lo que se venía.