martes, 13 de noviembre de 2012

Comer, dormir, llorar, sonreír

Pienso que si mis compañeros de oficina me vieran "por un rotico" no darían crédito a mi rutina actual. Yo, la ejecutiva, la que hago varias cosas a la vez, mantengo el escritorio lleno de papeles, firmo cantidad de oficios en el día, mando mails, hago llamadas, cito reuniones y un largo etc... ahora veo pasar los días con ganas de no hacer nada distinto de estar con mi bebé.

El día empieza cuando ella despierta. A veces a las 7:00 am, a veces a las 9:00 am. No se sabe. Sonríe, la alimento, nos duchamos, la alimento, duerme un ratico, despierta, sonríe, la alimento, le cambio el pañal, sonríe, llora y así hasta que llega mi esposo, hacia las 6:00 pm, y hacemos el "relevo" de roles. Es el momento en el que puedo hacer otras cosas. En la noche otra vez el ciclo de ducha-alimento-sueño.

Como uno de los consejos más recurrentes es hablarle al bebé, entonces yo digamos que vivo mi vida en voz alta: "Nené: Nos vamos a bañar", "el agua está caliente", "ya se enfrió un poquito", "hoy te voy a poner un conjunto amarillo", "vamos a ver televisión", "ese es Micky Mouse", "en media hora llega papito", "va a llover" y cosas así. A veces eso se lo digo conversado, pero cuando amanezco muy simpática se lo digo cantado.

Mi bebé ya cumplió tres meses, a mi me falta uno para empezar a trabajar y como hasta ahora no me he ganado el baloto siento correr los días del calendario con pasos de animal grande: en cuatro semanas tendré que separarme de mi bebé al menos 9 horas cada día y creo que me matará la tusa... Pondré foto de ella en la oficina, en el protector de pantalla del computador y renovaré casi a diario la imagen de ella en mi celular (eso ya lo vengo haciendo) para no separarme de su sonrisa ni un minuto. Estaré trabajando con el ánimo de una despechada mientras ella posiblemente ni se entere del cambio. En fin, así es el amor.

Tengo tanta ansiedad con la separación que hace poco tuve un sueño: Yo ya tenía que ir a trabajar y no tenía quién me la cuidara. Entonces una vecina me decía que ella la cuidaba y yo se la llevaba... Los hijos de mi vecina se despedían y yo ya me iba a ir a la oficina cuando mi vecina envolvió a mi bebé en unas cobijas y la metió a la nevera. "Por qué haces eso?", le dije, y me respondió: "Es que tengo que hacer unas vueltas pero no me demoro, y en la nevera no le pasa nada". Yo me iba a trabajar un poquito preocupada porque de pronto mi bebé sentiría frío.

Amo a mi bebé de una manera total, perdida, profunda, inesperada, inefable. Todos los días le digo que le daré 500 besos diarios. Me parece la más linda, la más sonriente, la más juiciosa. "La Más", tal y como todas mis amigas con bebés describen a sus hijos: como los más... La amo con intensidad aún en las pataletas, en las tardes de llanto prolongado e inexplicable, en los ratos en los que otra persona que no la ame tanto simplemente la dejaría llorar "hasta que se le pase".

El primer gran progreso lo logramos a las 10 semanas, cuando mi santa hija pasó toda la noche sin despertar. Creo que se lo debo todo a los consejos de www.babycenter.org, que me dieron tips para enseñarle a diferenciar el día de la noche. Un éxito porque mientras algunos bebés se despiertan varias veces en la noche durante el primer año, la mía duerme de 9 am a 7 pm sin despertarse desde que tenía 2 meses.

Supongo que vendrán muchos otros progresos: cuando gatee, cuando camine, cuando deje el pañal... yo por ahora sueño con dos momentos: cuando aprenda a coger las cosas para que ella misma se pueda poner su chupo (9 de cada 10 llantos se deben a que se le cayó el chupo) y cuando pueda hablar y entonces uno no tenga que adivinar qué es lo que quiere o necesita, y además pueda poner quejas si alguien la trató mal. Creo que uno de los grandes temores de mamá es que alguien la trate mal.

Cuenta la leyenda que yo antes salía los fines de semana. Si mi bebé hubiese nacido en una ciudad de clima amable, a lo mejor saldría con más frecuencia. Pero acá un día llueve y el otro también, y el que no llueve diluvia, o cae granizo, o ventea helado. Todas las mañanas planeo paseítos que el clima arruina. Así que nuestra vida ocurre en nuestro apartamento, en nuestro cuarto y poco más. Al principio recibimos muchas visitas pero ya se acabaron... Los temas siempre giran en torno a quién se parece ella: si a mi esposo o a mi. Las apuestas son 9 - 1 a favor mío. A mi esposo le sacó el ombligo que se le cayó al quinto día... a mí los cachetes, la boca, la piel blanquísima y creo que el pelo crespo, pero aún es prematuro saber. La semana pasada estuvimos de viaje a la casa de los abuelos y mi mamá dice que no se parece a mi. En fin, fueron unas vacaciones deliciosas aunque ahora pago las consecuencias: los abuelos la consintieron hasta el cansancio y ahora quiere estar cargada todo el tiempo. Lo exige con gritos que se escuchan desde la portería del edificio.

Me quedan 5 semanas de dicha... de verla dormir, sonreír, llorar, comer y dedicarme a eso de tiempo completo. Luego volveré al trabajo, a hacer malabares con el tiempo y a sentir culpa por dejarla tan pequeña, pero hay ocasiones en las que no hay opción. Una amiga me decía una vez que es una aguafiestas-masoquista: cuando va de viaje por carretera a pasar vacaciones con su familia a la Costa, ella no piensa en la semana deliciosa que le espera sino en el aburrimiento que tendrá al pasar por ese mismo sitio de la carretera cuando ya esté de regreso. Así estoy yo en este momento, pero espero que en el próximo minuto la sonrisa de mi bebé me quite esta melancolía. 

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Un mes después

Tenía ganas de escribir desde hace días pero no había podido porque aunque hace un mes no trabajo, vivo ocupada: Amamantar es toda una tarea (de la que hablaré más abajo), y cuando termino de amamantar hay que sacar gases, y luego cambiar el pañal, y luego arrullar hasta que la bebé se duerma y cuando se duerme mi mamá y mi esposo aspiran que me duerma yo también, pero no soy capaz de dormir por ejemplo de 11:00 am a 1:30 pm... entonces en esos ratos me conecto con el exterior, leo noticias, reviso el correo y constato que el mundo sigue tal cual aunque el mío esté total y felizmente trastocado. Alicia cumplió un mes ayer.

Escribo con dificultad porque tengo una férula en la mano izquierda que me inmoviliza el pulgar. Tengo el síndrome de Tendosinouvitis De Quervain que es una cosa dolorosísima en la mano que me impide mover el dedo y hacer cosas simples como abrir una puerta. La causa: el embarazo. Uno acumula líquidos y los míos se acumularon en un canal de la muñeca por el que van los tendones... eso fue lo que entendí. Tengo que hacer ejercicios para recuperar la movilidad porque si no lo logro en dos semanas me tendrán que infiltrar.

Esa no es la única cosa que me ha pasado en el último mes. De la cesárea ni hablar. La anestesia en la espalda duele mucho. Uno siente como un ejército pisando la espalda. Una presión enorme. Luego el médico me dijo: "Va a sentir todo pero no le va a doler" y efectivamente uno siente el bisturí cortándolo... y aunque no duele, las flojas como yo preferiríamos no sentir. En fin, todo eso se olvida cuando uno ve al bebé, es cierto... Alicia nació a las 10:50 am. Primero la oí llorar y luego la vi, hermosa y peludita... más limpia de lo que se ve en las películas de TV. Yo me la imaginaba untada de líquido amniótico y sangre pero ella no llegó así a mi. Luego se la llevaron a vestirla, a mostrársela al papá y a mi mamá, mientras a mi me terminaban de operar.

Entonces la cosa es así: uno está dichoso, medio adolorido pero feliz con la bebé, con ganas de comentar con la familia que ya nació, a quién se parece, mírenle el puntico que tiene por nariz, cosas así, cuando llega una enfermera a advertir que la materna no puede hablar porque se llena de gases y eso duele. Entonces llegan las visitas, todos hablan, opinan, y uno coma callado. Y yo me tomé en serio esas recomendaciones médicas porque en la clínica, luego de la cesárea, me desmayé 2 veces... unas bajas de presión tenaces, así que más me valía cuidarme mucho para soportar lo que se venía.

El dolor se olvida entonces cuando uno ve a la bebé, pero después de haberla visto el dolor reaparece. Las molestias de los primeros días son todas: la herida, la dificultad para caminar, para sentarse, para acostarse... y encima la amamantada... La naturaleza no es sabia. Si fuera sabia la mamá se embarazaría y el papá amamantaría al menos la primera semana... O el bebé empezaría a comer una semana después de nacer. Amamantar con una herida de esas es para machos!!!

Con razón le hacen tanta publicidad al tema de la amamantada. Eso al principio es horrible. HORRIBLE. horrible horrible horrible. El bebé no sabe chupar, uno no sabe darle, la leche se riega y moja el brasier y la blusa, o no sale, o sí sale pero uno cree que no porque uno siempre piensa que el bebé quedó con hambre. Y encima los senos pesan, duelen, se rajan, sangran. Entonces, uno odia amamantar pero viene el marido, el médico, el cuñado, el hermano (todos los hombres cercanos) a recordarle a uno lo importante que es la leche materna, que tiene todos los nutrientes, etc... y uno se siente la peor mamá del mundo cada vez que toca darle un tetero de leche de tarro. 

Como si este panorama no fuera suficiente, a los 4 días del parto se me empezaron a hinchar los pies... tanto tanto que el sólo nombre lo explica: me dio una cosa que se llama "Pies de elefante", por la retención de líquidos y la anestesia. Se borraron no sólo mis tobillos sino también las rodillas. Eso se quita caminando mucho, pero el problema es que como camina uno si ningún zapato le sirve... pasé una semana con unas chanclas de mi marido.

Afortunadamente, después del tsunami inicial, todo empieza a volver a la normalidad. Los pies se deshinchan, la herida duele menos, uno se vuelve un poco más hábil para la lactancia, la anemia inicial empieza a curarse y además uno empieza a adelgazar, porque hay que decir que yo salí de la cesárea con una bebé grande y una barriga del mismo tamaño que tenía antes que ella naciera...Esas fotos de modelos que exhiben su bebé de un mes y una cintura de avispa sólo son posibles gracias al photoshop. Por fortuna no me dio depresión postparto ni baby blues ni esas cosas, pero me parece perfectamente normal que eso dé: uno pasar de una actividad laboral intensa a estar todo el día solo en un apartamento, mientras el marido trabaja, con un bebé que llora y llora y llora y uno no sabe ni qué hacerle, y así día y noche...

Dicho esto, confieso que estoy perdidamente enamorada de mi bebé. De solo pensar en que en unos meses volveré a trabajar me da una angustia espantosa. Quisiera ganarme el baloto ya para no tener que trabajar más y quedarme todo el tiempo al lado de Alicia. Me fascina en primer lugar su olor, y que mantiene calientica. Las miradas, las sonrisas, los sonidos... todo es bonito y permite que uno hasta se levante con ánimo cada 2 horas o 3, durante toda la noche, a amamantarla.

Hace una semana salimos a comer con San Juan el médico, y su esposa. Fue mi primera salida nocturna después del parto. La esposa de Juan, que también es médica, me contó que ella estaba muy estresada sabiendo que mi bebé venía con el cordón umbilical alrededor del cuello. Eso como que es más riesgoso de lo que yo supuse. Afortunadamente estuve tan tranquila al momento del parto y sólo dimensioné el riesgo después. Cuando me quitó los puntos, Juan me dijo que en algunos meses muchas de las molestias de esos primeros días se me habrán olvidado. Eso pasa con todos los mamíferos... si no, no volverían a embarazarse. No sé si yo olvide todo o sólo parte, pero por si las moscas, acá quedó escrito, en este ratico que me dejó libre Alicia, mientras ella duerme plácidamente, haciendo ruidos y gruñidos como el ñarrido de un gatico. 

viernes, 3 de agosto de 2012

12 horas




Hace 4 ó 5 meses habría jurado que en este momento estaría muerta del susto, con terror del parto, la sangre, las agujas, el quirófano y el dolor. Algo habré madurado en este tiempo, o para algo sirven los cursos psicoprofilácticos... No sé, el caso es que a 12 horas de la cesárea me siento tranquila, feliz, sin nervios, sin ansiedad, sin malestar y muy serena.

El tiempo vuela. Me parece increible que mañana a esta hora ya no esté embarazada. Espero que no me dé la depresión postparto, pero extrañaré sentir el estómago como una pecera y verlo moverse con las patadas de la bebé: a veces cosquillosas, a veces fuertes y un poco dolorosas. Una sensación indescriptible que genera un vínculo muy fuerte entre ella y yo. Mañana esta sensación desaparecerá y los movimientos que ahora sólo yo siento, serán compartidos con el resto de la familia.

En 12 horas la vida me va a cambiar. Llevo meses oyendo a los papás y mamás que me ven con mi barrigota, repetir la frase: "es que no te imaginas cómo te va a cambiar la vida"... a veces lo dicen con alegría y ternura, pero a veces también con cierto tono de reproche, acompañado de frases como: "y ya pensaste qué vas a hacer?", "quién va a cuidar a tu hija cuando vuelvas a trabajar?", "no has pensado en dejar de trabajar un tiempo?", en cambiar de trabajo?", "en trabajar medio tiempo?"... tienes que bajar el ritmo.
Bueno, en 12 horas me cambiará la vida para bien, para querer más, para recibir más amor, pero no he pensado dejar de trabajar. No puedo y no quiero renunciar a mi vida por la nueva vida que llega. Los hijos son prestados. Mañana recibo a a mi hija prestada, por 17, 18, 20 años, quizás más... Luego se irá de mi lado y hoy, en la víspera del parto, escribo esto para que nunca se me olvide que es prestada, que tiene su propia vida que yo no viviré por ella y que algún día volará lejos y eso estará bien. Mi función consiste en darle alas y enseñarle a volar.

Pero mientras eso ocurre, pienso en lo que pasará mañana. Lo primero es la aguantada de hambre, porque por la anestesia no puedo comer nada. Desde las 7 pm de hoy dejé de comer y beber líquidos. Perfectamente he pasado hasta más tiempo sin comer, pero como lo tengo prohibido entonces pienso en comida: en los helados y los dulces que me pude comer en este embarazo, aprovechando que las embarazadas no nos da migraña (ni gripa ni nada...).

Ya perdí la cuenta de todos los consejos que he oído para mañana y los días posteriores: Que al nacer la mire a los ojos, que le hable, que no permita que le corten el cordón hasta que deje de pasar sangre (no sé cómo hago para saber eso yo, que no soy capaz de ver vísceras ni nada, pero confiaré en San Juan mi médico). Que tome aguas de yerbas varias para que me "baje" leche, que me unte crema de lanolina, paños de caléndula, bebidas de hijojo. Que no haga esfuerzos, que tender la cama es un esfuerzo... Que la dieta son 40 días, ni uno menos... y que la salud posterior depende de estos 40 días.

Por ahora me dejaré consentir de mi mamá hermosa, que me quiere y quiero, y espero que en unas décadas yo pueda hacer lo mismo por mi hijita adorada que nace mañana, aunque desde hace varios meses me hace feliz. 

martes, 15 de mayo de 2012

Bla bla bla bla bla


Esta semana me preguntaron qué antojos he tenido durante el embarazo. Estaba pensando responder que no he tenido antojos específicos, sólo un poco más de ganas por el dulce, cuando mi marido respondió por mí: -hablar, dijo, y yo quedé muda.

Inmediatamente el novio de mi hermana reaccionó: -Ese no es un antojo de embarazada. Es de familia. A ellas les fascina conversar.

La esposa de mi hermano opinó: -No es de familia, es de género: ustedes hablan muy poquito.

Es verdad. Dice un estudio de esos que hacen en universidades gringas o de Europa, en los que siguen a personas durante 15 o 20 años para confirmar que el agua tibia sí es tibia, que las mujeres hablamos el triple que los hombres: Nosotras decimos en promedio 20.000 palabras al día y ellos 7.000.

Claro que esas cifras son el promedio. Yo creo que mi estándar diario es de 25.000 y el de mi marido por ahí 4.000. Hay casos peores: mi hermano debe rondar las 500 al día. Su hija de 18 meses ya conversa mucho, dice monosílabos como sí, no, sopita, pollito, maluco, papito y cosas así. Ella también debe estar hoy por las 500 palabras al día y entonces tienen conversaciones perfectas, con frases de una o máximo dos palabras. Él se siente feliz con un interlocutor de su nivel, pero en pocas semanas ella lo superará. Será más lo que ella diga que lo que él responda.

Mi hermano tiene 31 años y hasta donde sé es una persona normal, o mejor, es un hombre normal, de pocas palabras.

Mi hermano trabaja con un amigo que debe rondar el promedio de 100 palabras al día. A veces almorzamos juntos. No habla. De pronto dice "sí" o "bueno" y eso es suficiente. Es un tipo muy brillante, y supongo que mientras yo hablo y hablo él piensa en cosas interesantísimas, teorías matemáticas o soluciones informáticas muy complejas, pero no lo sabré porque nunca cuenta nada. Mi hermano y él son amigos desde el colegio y se entienden perfectamente. Imagino que hay muchos días en los que aunque están juntos todo el tiempo en la oficina sólo se dicen "hola" y "adiós". Podrían decirse "Hasta luego" o "hasta mañana" pero son dos palabras y prefieren la brevedad.

En todos los consejos sobre las relaciones de pareja dicen que hay que promover el diálogo, y yo me esfuerzo. Entonces por las noches, cuando llego de la oficina, desarrollo mi ráfaga de 25.000 palabras contra las 4.000 de mi marido. Yo le cuento que en el trabajo pasó esto y aquello, que hable con fulano, que leí tal cosa, que almorcé con tal persona, que me fue bien, regular o mal, que en mi familia están todos bien, que hablé con mi hermana y las cosas qué tengo que hacer mañana. Él me responde: "ok" o "bueno" y cuando le pregunto que cómo le fue responde "bien" y cuando le pregunto que qué hizo dice: "nada raro". Eso es el diálogo conyugal. Ahí empieza a hablar el televisor. Ahora estoy embarazada y él dice que hablo más, y como se preocupa por mi descanso entonces a veces me interrumpe el monólogo y dice -Nana, yo creo que es hora de que te duermas ya.

Mi hermana no está embarazada pero el novio le dice lo mismo, sobre todo cuando dan algo bueno en televisión. Cosas de familia.

Cuando eso pasa, se quedan atragantados varios miles de las 25.000 palabras diarias, y uno amanece con saldo en rojo. Ya no tocan 25.000 sino 30.000 o más, lo que quedó debiendo del día anterior. Entonces uno chatea, escribe, habla con la hermana o con la mamá (que son de la familia y tienen el mismo promedio comunicativo). Ahora también tengo la opción de hablar con Alicia. Le canto, le cuento cosas, pero a ratos me siento como esa gente que uno ve en la calle como loca haciendo gestos y hablando sola, hasta que descubre que es que está usando el manos libres del celular.

No se trata de hablar con cualquiera para saldar el déficit de palabras. Por ejemplo yo evito gente aficionada a hablar de enfermedades. Hay personas que son capaces de gastarse las 25.000 palabras en explicar una endoscopia que les hicieron, o un dolor que les apareció en la mano. Que pereza, habiendo cosas tan buenas para charlar. Hay otra gente que gasta todas sus palabras diarias en quejarse, o en inventarse problemas. Gente gris que hace reclamos y dice “pero” todo el tiempo. Horrible.

Así como los interlocutores, los temas van cambiando con el tiempo. Yo creo que adolescente gasté 25.000 palabras o más cada día hablando con las amigas del colegio de tipos con los que habría cruzado 100 palabras. Hay también peleas en las que gasté hasta 50.000 palabras, de las que sobraban todas. Y al contrario, hay temas tabú que merecerían menos silencio.

En fin, esta entrada ya va cerca de las 881 palabras. Mi marido ve televisión en silencio y yo no tengo más que decir. Mi hermano habría dicho en 4 palabras lo que yo dije tan largo. Él habría dicho: “nosotros somos concretos. Ustedes hablan mucha bobada”. O no habría dicho nada. Todo esto le parece irrelevante.

martes, 8 de mayo de 2012

La jefe y la materna

Este fin de semana salió en El Tiempo un informe sobre "los hijos del Estado", según el cual el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar tiene más de 60.000 niños en hogares sustitutos, instituciones o con sus familias pero intervenidas por violencia intrafamiliar y otras cosas. De ésos, 8.294 niños y jóvenes están "en condición de adoptabilidad".

La cifra me impresionó. Tantos niños sin familia, sin hogar estable. Sobre ellos pensé mucho anoche cuando asistí a mi primera sesión del curso psicoprofiláctico: Si fuera obligatorio tomar el curso para quedar embarazado, es decir, enterarse de tanto detalle antes de encargar bebé, muchas más parejas pensarían en serio en la opción de adoptar. Las adolescentes se tomarían más en serio lo de la planificación.

Yo nunca he posado de valiente. Le tengo pavor al parto. Terror. Una prima me contó que cuando estaba embarazada veía todos los programas de Discovery Health sobre partos. Yo en televisión y cine siempre cierro los ojos cuando aparecen sangre, suero, jeringas. Sobre todo la bolsa de suero me causa una debilidad rara. Me pone blandita. Un psicoanalista podría sacarme mucha plata indagando el origen de esa fobia. Por estos días, cuando me hacen la recurrente pregunta sobre si prefiero el parto natural o la cesárea respondo que ninguna de las anteriores. Mi opción es la teletransportación, pero nací en la época errada. O me gustaría como la Virgen María, que iba en un burrito sabanero, llegó a un pesebre y al rato nació el Niño Dios, pero nunca nos dicen que con dolor, con contracciones, con sangre ni nada de eso. La concibieron sin tocarla ni mancharla y así dio a luz. Por obra y gracia del Espíritu Santo. Un milagro así quisiera yo (el del parto, se entiende, no el de la concepción).

Pero como no es posible, ayer empecé el curso psicoprofiláctico. El curso lo dicta una enfermera a la que todo el mundo le dice La Jefe, porque es enfermera jefe, y nosotras somos Las Maternas. No las mamás, ni las embarazadas, ni las señoras, sino Las Maternas.

Esta Materna debe tomar 11 sesiones, cada una de 2 horas, sobre temas varios. Hay algunos con títulos bonitos como "masajes estimulantes" o "respiración y relajación", pero por azar del horario empecé con la sesión del terror: "Cuidados de la mamá después del parto". Uno está todo ilusionado esperando a la bebé, imaginándose su sonrisa y haciéndose el loco con el tema del parto, y llega La Jefe a hacerle a uno un aterrizaje forzoso: En el parto se pierden 500 ml de sangre. si es cesárea se pierde el doble. Por eso si La Materna quiere ir al baño en las siguientes 6 horas después del parto no puede. Tiene que hacer en pato o pañal. O aguantar, porque se puede desmayar. Cuando oí eso le dije a mi marido que yo sí me voy a desmayar, pero no cuando nazca Alicia, sino ya, ahí mismo en plena clase, porque todo lo que La Jefe dice va debidamente complementado por una presentación en power point con fotos y gráficos como para que a uno no se le vaya a ocurrir jamás levantarse después del parto.

Otros detalles: en la maleta para el hospital debo empacar al menos 10 pañales. Quiero decir: 10 pañales para mi, no para la bebé. Nos mostraron uno, no los conocía. Son como unos cucos gigantes, diseño matapasiones, talla única, talla XXL. También hay que llevar 2 pijamas, ojalá tipo bata, ojalá con botones o cremallera adelante, o sea de las que descontinuaron en el mercado hace 50 años. Les decían locas. Es para que las enfermeras puedan poner más fácil los catéteres, el suero... qué obsesión con el suero!

La Jefe tenía una teta de caucho, como una pelota, para explicar los problemas que surgen con la lactancia. Mastitis, agrietamiento, sangrado, congestión. Con razón tantísima publicidad dirigida a Las Maternas, en radio, prensa y televisión, pidiéndonos que amamantemos durante 6 meses, porque es saludable, porque genera vínculos con el bebé, porque ayuda a adelgazar más rápido, porque aumenta las defensas y un largo etcétera. Si eso fuera tan bueno y feliz se vendería solo, sin publicidad, pero ayer con la teta de caucho entendí con suficiente detalle la letra menuda del asunto.

Un dato curioso: Los pezones están conectados al útero (no sé si conectados directamente o cómo... La Jefe no explicó) y cuando el bebé chupa el pezón, el útero se contrae. Amamantar después del parto ayuda a que el útero se cierre más rápido, pero jalar los pezones en el embarazo genera pequeñas contracciones y en el primer trimestre puede ser riesgoso. (En otra entrada ya había contado sobre la hipersensibilidad en las tetas que surge con el embarazo y lo sabroso que eso puede ser... pero ya lo dijo Roberto Carlos: "lo que a mi me gusta es ilegal, es inmoral o engorda.

La Materna estará en el hospital 24 horas si es parto natural y 48 si es cesárea. Yo nunca he pasado una noche en un hospital. Jamás. Lo más grave que me ha ocurrido fue la cirugía para sacarme las cordales. Ahí me cogieron uno o dos puntos en cada muela, me pusieron anestesia local, dolió terrible y me mandaron inmediatamente para la casa. Ahora dormiré en el hospital y en la perspectiva más amable me cogerán puntos en lugar innombrable que se espera que no se infecten, no sangren y en todo caso sí molestarán y arderán (eso dijo La Jefe) y me toca a mí misma hacerles al menos 2 curaciones diarias hasta que se caigan por ahí a los 5 días. Eso si las cosas van bien, porque si se complican habrá cesárea y esos puntos sí duran por ahí 15 días y toca volver a donde el médico para que los retiren.

Como ya hablé de la Virgen María, sigamos con las referencias bíblicas: el curso psicoprofiláctico me pareció muy similar a eso que pintan de Jesús en el Monte de los Olivos, que "vio" todos los tormentos por los que iba a pasar más adelante y le pidió a Dios que le apartara ese cáliz pero que si no se podía pues ni modo. El curso es igual: Materna, ya sabemos que estás muy feliz, pero te vamos a mostrar los tormentos que te esperan. Este cáliz no lo puedes apartar, es el precio que debes pagar, así que aguántate. Venimos a aguar la fiesta.

Pienso en el parto y mejor ni pienso. Me imagino sangre, jeringas, suero, inyecciones, puntos y más sangre. Todo eso me aterra. Me consuelo con lo que me dijo un amigo periodista: "bueno, al menos no hay hasta ahora ningún caso conocido de un bebé que se quede eternamente viviendo ahí. Por algún lado saldrá". No sé por dónde saldrá Alicia, pero saldrá. Entonces reflexiono sobre toda la gente que anda por ahí, que nació en algún momento, surgió de un parto, hubo una mamá que ya pasó por todo lo que me espera y si todas pudieron yo no debería sentir tanto susto. De pronto antes, hace años, muchas mamás iban al parto medio desinformadas o medio engañadas... por lo menos al del primer hijo... y con los otros pues de malas, no había tanto método anticonceptivo. Hoy tenemos mucha información, sabemos más y el curso nos educa. Pero como a las esposas a las que les ponen los cachos, hay cosas que es mejor no saber.

lunes, 30 de abril de 2012

Fealdad

Sigo midiendo 1,62, pero ahora peso 65 kilos. Eso dice la pesa, aunque al levantarme me siento de 80.
 Peso 65 y mis medidas son 100, 100, 104. Casi las mismas de mi hermano.

Tengo granitos en la espalda. Y en los hombros... El pelo se me ensucia más rápido y creo que me han salido vellitos en sitios inesperados (por fortuna no en la cara).

Leí hace poco "La Carroza de Bolívar", una novela de Evelio Rosero Diago. Ahí un personaje le dice a otro que "huele peor que calzón de embarazda". Reflexioné.

Suena feo. Una reina jamás confesaría estas cosas, estas medidas de nevera. Pero yo nunca me había sentido tan orgullosa de mi cuerpo como hoy. Me siento linda y feliz.

jueves, 12 de abril de 2012

Torpe y ciega

Sobre los síntomas del embarazo, yo que soy mamá primeriza, conocía sólo los evidentes, esos sobre los que las mujeres hablan sin pena: las náuseas, los mareos, la obvia gordura y los supuestos antojos, que estoy por creer que son ficción, mito, o una confabulación universal de las mamás para abusar de sus maridos con requerimientos inauditos a horas insospechadas durante el embarazo. Yo antojos irresistibles, como comer helado de maracuyá a las 2:00 am, o unos melocotones cada noche, no he tenido (aún).


Pero con el paso de las semanas he notado otros síntomas... o mejor dicho, ahora todo lo que siento o me ocurre se explica, según el médico, con las palabras mágicas: "Eso le pasa a las embarazadas...".


Y lo que le pasa a las embarazadas no siempre es bonito.


Por ejemplo: Como vivo en Colombia y no en un país del primer mundo, acá las embarazadas trabajamos común y corriente, sin derecho a descanso. Así que mi rutina mañanera es igual a la de antes del embarazo: levantarme a la carrera, bañarme a la carrera, desayunar a la carrera, arreglarme a la carrera, salir a la carrera y lidiar media hora con el tráfico para llegar a tiempo a la oficina. La novedad consiste en que ahora las carreras se ven afectadas no por las famosas náuseas, sino por algo más inesperado. Con frecuencia me riego el desayuno encima, o lo riego en la cocina, o tumbo el queso, o me quemo con la cacerola o hago cualquier torpeza que retrasa mis actividades.


En enero, empezando el embarazo, me choqué. Fue un choque bobo, no pasó nada, pero me costó $120.000 que le tuve que dar al energúmeno conductor del otro carro. El choque quedó en el olvido hasta que empecé a echarme encima el desayuno, a quebrar la loza... y pese a la torpeza pude conectar 2 neuronas y darme cuenta que algo raro ocurría. Le pregunté a mi mamá y me dijo que es que uno embarazado piensa todo el día en el bebé y se eleva... Le consulté pregunté a mi cuñada y me dijo que con la barrigota el eje de gravedad se desplaza y uno no calcula igual... Me pareció lógico entonces caerme bajando una escaleras, pero no chorrearme el desayuno mientras estoy sentada. Consulté al médico y me dijo: "ah sí, eso le pasa a las embarazadas...". Se inflama un nervio que va al brazo, a la altura de la muñeca, y entonces uno ni agarra igual, ni aprieta igual, ni calcula igual la fuerza. Estoy lista para un preescolar, para afinar motricidad fina y gruesa.


Otro síntoma insospechado: veo bultos. No fantasmas, ni gente, sólo bultos al final de los pasillos. No reconozco caras lejanas. Pensé que era el exceso de computador y que ahora sí llegó la hora de las gafas, y me preocupé cuando ya no pude leer los subtítulos de las películas en el televisor. Fui al oftafmólogo y me dijo: sus ojos están perfectos... es que eso le da a las embarazadas. Con los cambios hormonales el ojo no lubrica igual y entonces le da "pereza" enfocar.


Dependo mucho del carro para la vida cotidiana, pero una sociedad prudente debería prohibirle manejar a las embarazadas cegatonas y torpes (y debería también mandarnos de licencia a las casas a cuidarnos y a soñar el día entero con nuestros bebés).


El primer síntoma que tuve de este embarazo fue la necesidad de consultar un gastroenterólogo porque sentía que toda la comida me caía mal. 5 meses después sigo igual, pero ya sé la causa. Las embarazadas no vamos al baño como los demás mortales. Vamos a veces... una vez por semana, y cada vez es como una preparación para el parto. O de un momento a otro el cuerpo se desquita y uno piensa que hasta le dio disentería o cólera o alguna de esas enfermedades vergonzosas. Pero como las embarazadas no podemos tener pudor ni secretos, entonces llamo al médico y me dice: "Ah sí, normal, eso le da a las embarazadas... pero mucho cuidado porque el esfuerzo puede generar contracciones". Así que cuando no como ciruelas y kiwi, ando tomando jugo de guayaba y sopa de arroz o de plátano porque paso de un extremo al otro. No hay término medio.


Con tanta revolución gástrica, sufrí un susto cuando estaba en la oficina y sentí un movimiento en el estómago, bien abajo. Pensé que no alcanzaría a llegar al baño. O que dejaría un oloroso y sonoro recuerdo. Pero no, no pasó nada, y luego vino otro movimiento, y otro, hasta que aprendí que son las primeras patadas de Alicia, que llegaron para el cumpleaños de su papá, y que se parecen mucho a como si alguien me presionara suavemente con el pulgar. Con el paso de los días se ha empezado a mover más fuerte y a veces me confunde... pienso que debo ir al baño. Pero espero un ratico y compruebo que no, que es Alicia envalentonada y cada vez más enérgica.


A estos síntomas se suma que todas las noches mi marido me unta aceite de almendras en la barriga, para que no me queden muchas estrías después del embarazo. Y todos los días me dice: "Nana, ya casi se te va a salir ese ombligo" y yo sufro de imaginar mi ombligo brotado que se vea por encima de la ropa. Pero hasta ahora no se sale. Anda contenido.


No tengo náuseas, no tengo desmayos, no estoy anémica. Ya no me da sueño al medio día y al contrario, duermo pésimo por las noches pero sin causa aparente; aún no tengo dolores de espalda ni dificultades para acomodarme. Como chicles y mentas todo el tiempo porque tengo agriera. Hay gente que dice que eso da cuando los bebés son peludos. Según la ecografía, Alicia es calva así que el mito popular es falso. Me siento bien, saludable, feliz esperando a Alicia, pensando en ella todo el tiempo, en que no salga tan torpe y ciega como ando yo por estos días.

martes, 6 de marzo de 2012

Probabilidad estadística y certeza

Gonzalo ya no existe. Fue un lío encontrarle el nombre, todo un ejercicio de negociación, digno de armisticio luego de conflicto armado.

Gonzalo tomó forma a comienzos de enero cuando tenía como 8 semanas de embarazo y el médico informó que perder las náuseas podía significar que de pronto el bebé fuera niño, porque con las niñas se produce más estrógeno y eso es lo que genera malestar. Esa explicación ratificó mi intuición: era un niño y así lo asumí.

La confirmación vino con una ecografía del 20 de enero. Después de medir unos huesos y el ángulo que forman el médico informó que había un 85% de probabilidad estadística de que fuera niño. Con ese dato empezamos a buscar el nombre y luego de negociaciones y renuncias llegamos a Gonzalo.

Así empezaron entonces las conversaciones con Gonzalo. El papá le empezó a hablar de idas a fútbol, de llevarlo al estadio y comprarle un balón. El abuelo le contó a sus amigos acerca de su primer nieto y la hermanita, especulando sobre a quién se parecería Gonzalo, dijo que de mí de pronto heredaría la nariz y del papá con seguridad el pipí.

Una segunda ecografía a mediados de febrero arrojó el mismo resultado:  85% de probabilidad estadística de que fuera niño. Con ese dato la noticia se regó entre familiares y amigos: esperamos un bebé que se llamará Gonzalo. Una prima me regaló un overol hermoso, mi mamá le compró unas medias con un estampado de balón de fútbol y otra prima que vive en USA armó una caja con herencias de su hijo y ropa nueva para bebé con dibujos de trenes, balones, dinosaurios.


La presencia de Gonzalo creció todos los días, hasta anoche que en una nueva ecografía el médico, de manera inesperada, saltó de la probabilidad estadística a la certeza: Es niña, anunció. Cuando le pregunté si estaba seguro me dijo: la estoy viendo. Le pregunté que qué porcentaje de confianza tenía esa afirmación y me explicó: esto ya no es una probabildad estadística sino un hecho, estás esperando una hermosa niña.


Y así, por arte de magia (de palabra) Gonzalo desapareció y el sueño de tener una hija cobró forma. Le comuniqué la pequeña novedad a mi familia, que en un instante saltó de la sorpresa a la alegría.
- Póngale Ema, dijo mi hermano
- Ema????
- Ema-frodita
- Para eso la pongo Yuri o Yoni, que son nombres unisex
- Ah, entonces mejor póngala de una Unisex. Unisex García.


Habrá que barajar nuevamente las opciones de nombre. Mi hermano me dice que no me complique, que en todo caso él le dirá "Chala" porque hasta ayer el bebé era "Chalo". 

Otra vez toca pensar: me gustan Raquel y Alicia, pero hay que empezar la negociación con el papá. También me gusta Amanda, que significa Digna de amor. Además del nombre, habrá que cambiar la ropa comprada y devolver algunas cosas pero no importa. Me parece que independiente del nombre que finalmente decidamos, toda esta espera se resume en eso: llegará una hija anhelada, digna de amor. 

viernes, 24 de febrero de 2012

La música


No a todo el mundo le gusta la música. Mi mamá por ejemplo prefiere el silencio o la conversación y le parece que el mejor viaje en carretera es el que no tiene como fondo sonoro algo distinto a la charla, los pájaros, el río o el viento.

A mí en cambio me gusta la música, como a casi todo el mundo, pero el matrimonio me ha enseñado que el de la música es un gusto difícil en la vida cotidiana por lo invasivo que resulta: no me gustan los audífonos, a mi esposo tampoco, porque cortan la posibilidad de conversar, pero entonces ocurre que lo que él quiere oír a mi no me provoca en ese momento, o no me provoca nunca. Y viceversa. Por ejemplo, en sentido general pueden gustarme los cantos gregorianos, pero no para la hora del almuerzo familiar. A él le parece casi un pecado inconfesable que su esposa oiga Rocío Durcal en el carro o cante Pimpinela en alguna fiesta de amigos.

En todos los consejos que hay para embarazadas, el más recurrente, además de la buena alimentación, es el de escuchar música como medio de estimulación prenatal. Al bebé se le forman millones de neuronas en el primer trimestre de gestación y ya nunca más generará nuevas neuronas. Por no estimularlas adecuadamente muchas (todo en los bebés se mide en millones…) mueren antes del parto. Por eso oír música se convierte para las mamás en un imperativo, una carrera contra el tiempo y contra la muerte veloz de las neuronas. Las mamás primerizas y paranoicas nos imaginamos que por cada hora “perdida”, oyendo cosas distintas a la música, el bebé pierde neuronas que luego va a necesitar por ejemplo en una clase de química, pero luego viene otro artículo en Internet aclarando que la sobreestimulación es tan mala como la falta de estimulación y entonces uno queda sumido en el silencio profundo, escuchando la voz de la conciencia que le dice: relájate escucha tu corazón, o alguna cursilería así.

Como el Efecto Mozart es tan alabado, tan aplaudido, tan comentado, tan comercializado, tan vendido, he optado por si las moscas, por si tanta belleza resulta ser verdad, por oír música clásica a la hora del almuerzo. Cuando almuerzo en la oficina busco en You Tube y pongo Mozart o música clásica y me recuesto en la silla. Ojalá cortes que duren una hora y no 6 minutos para poder desconectarme de la pantalla. No tengo audífonos especiales para ponerme en la barriga como los que se ven en Internet, y a falta de “audífonos prenatales” también recomiendan subir al volumen más de lo habitual para que el bebé oiga. Pero como estoy en la oficina, me modero, no subo tanto el volumen, escucho y aspiro que el bebé oiga y si no, pues que al menos reciba la tranquilidad que la música clásica me produce a mí  (A la hora del almuerzo y teniendo en cuenta que estoy embarazada, no sé si es tranquilidad o un poco de somnolencia).

Con el embarazo la “radio hablada”, como se llaman ahora las emisoras de noticias, perdió una oyente. Antes, por mi trabajo, oía noticas prácticamente todo el día, pero ahora las limito sólo a horas de la mañana. En el carro pongo CDs y eso implica al menos 2 horas de música que antes eran de información: la hora de ida al trabajo y la hora de regreso, porque aunque no vivo tan lejos de la oficina el trancón es cada vez peor. Pero en el carro no oigo música clásica (esa es la dosis del almuerzo) y más bien sigo un consejo que me dio un amigo: Si yo estuviera embarazado le pondría al bebé música brasilera, que es tan alegre y armónica. Así que oigo música brasilera, jazz, reggae, bolero, celta, son cubano y todo lo que me gusta oír a buen volumen, porque en el carro sí subo los decibeles hasta estar segura que el bebé sí oye. Parece carro de hijo de narco (el volumen, no el carro, obviamente).

Así que a diario el bebé recibe su dosis de buena música, de la que nos gusta al papá y a la mamá. Pero como la mamá debe sentirse bien, alegre, contenta, entonces el bebé también recibe a veces, sobre todo los fines de semana, su dosis de plancha y de música (muy) popular. El papá pensará que le estoy deformando el gusto al niño, pero yo al contrario creo que se lo estoy volviendo holístico. ¿Cómo les suena?


jueves, 16 de febrero de 2012

Rezo para que mi bebé nazca completo


Rezo para que mi bebé nazca completo
Con sus dos bracitos y sus dos piernitas
con el inventario de órganos al día.
Que los ojos funcionen y el oído también;
que pueda caminar, hablar, sonreír, comer;
que pueda leer, pensar  y dudar.
Que cuando crezca no me necesite.
Que sea feliz y curioso, como me deseó un amigo.

No me importa a quien se parezca:
ojalá no herede mi temperamento
ni mi talento musical.
Ojalá me quiera con su original manera
ojalá crezca conmigo
Ojalá me entierre.

Rezo para que a mi bebé lo amen mucho
muchos y muchas
que sea generoso a la hora del afecto,
más generoso que yo.
Que goce la vida buena, que no sufra por tonterías
que venza sus miedos,
que sea una buena persona.
Rezo para aceptarlo tal y como venga,
aunque no sea el bebé soñado.
Y rezo con fuerza, casi a diario
con toda la fe de mi alma atea.

lunes, 13 de febrero de 2012

El problema del nombre

Yo quería que se llamara Elías pero mi esposo se opuso de manera radical: Elías es nombre de viejito, dijo. Quería Lorenzo, pero Lorenza era una lora que vivió durante años con su familia. 
Si fuera niña, me habría gustado Alicia. Cuando lo mencioné mi mamá hizo mala cara. Dijo que Alicia es una conocida suya que parece loca. Le recordé que tiene otra amiga que también se llama Alicia y la aprecia mucho... Una amiga, en cambio, me dijo que le parecía bonito, como Alicia en el País de las Maravillas. A mi el nombre me atrapó hace meses, cuando estaba viendo en televisión la noticia del asesinato de Facundo Cabral y pusieron "me gusta el sol, Alicia y las palomas...". También cantaron "Te recuerdo Amanda" y también me gustó Amanda. Sin embargo no insistí mucho en el nombre de niña, porque presentía que la discusión importante era sobre el del niño. Intuía que sería niño.
Aunque faltan meses para que nazca, para mí, al menos, era urgente definir el nombre. Conozco una mamá que quería ponerle a su hijo un nombre poco común y su pareja se opuso. El parto es ya y por ahora se sigue llamando "El Bebé". Yo quería que El Bebé de esta familia tuviera un nombre pronto. Suficiente con la incertidumbre del parto, el jardín infantil, etc. para sumarle la del nombre. 
Primero nos pusimos de acuerdo en lo que no queríamos. Nos pusimos de acuerdo es muy exagerado, mejor decir que negociamos, hicimos concesiones: yo no quería nombres compuestos. Mi nombre es compuesto y siempre he usado sólo el primero. Decir los dos nombres es muy largo. Tengo un amigo holandés que tiene 4 nombres y aunque allá eso es común, en la vida cotidiana sólo usa uno. Creo que los nombres compuestos son un desperdicio: los papás piensan durante meses 2 nombres que combinen y los hijos desusan la mitad. 
Está claro que no queremos nombres "agringados". Nada de versiones criollas de nombres anglosajones. Mejor Enrique que William. Mi marido insistió en que no quería nombres biblícos y ese fue otro golpe para mi Elías, o para Raquel, mi otra opción si era niña.
Tampoco queríamos un nombre que esté de moda. Los nombres son generacionales: a mí por el nombre me pueden calcular la edad. En mi salón del colegio éramos sólo 16 y justo a mí me tocó el nombre repetido. Queríamos un nombre que al gritarlo en un parque no corrieran 10 niños al llamado. Que cuando por teléfono diga: hablas con fulano, no tenga que dar sus dos apellidos para identificarse.
En la casa de mi esposo son comunes los nombres que se repiten de generación en generación, así que hay varios miembros con el mismo nombre y apellido. Aunque es una tradición, yo me opuse: no me gusta estar contando un cuento y tener que aclarar de cuál de todos los tocayos estoy hablando, o que cuando pregunten por fulano uno no tenga que preguntar: cuál ¿el papá o el hijo?
Cuando empezaron a pensar en el nombre de mi única sobrina, mi hermano y mi cuñada leyeron que era deseable que el nombre "combinara" con el apellido; que al decir nombre y apellido sonaran bien. Con mi sobrina lo lograron perfecto: se llama Violeta y sus dos apellidos empiezan por "Vi", es ViViVi. Pero esas coincidencias no siempre ocurren y no es fácil encontrar nombres bonitos, castizos, no bíblicos, originales, que no estén de moda y que además rimen con el apellido.
Un amigo me encareció que leyera lo que dice Alejandro Jodorowsky sobre los nombres, porque no se le debe poner a un hijo nombres de muertos. Me jodí, pensé, porque mi originalidad no da para tanto y todos los nombres que me gustan deben estar en lápidas. Leí a Jodorowsky y su idea no es tan radical. Él lo que dice es que si en la familia hubo un incesto no le ponga el nombre del padre involucrado, o de un exnovio, o de un artista famoso porque entonces el niño nace ya con una carga. 
Descartados también los nombres como Consuelo, Piedad, Dolores, Clemencia y todos los que implican sufrimiento. Un nombre es una marca y que al hijo no lo marque la tristeza. Por eso, por si las moscas, para no meter la pata, busqué en los diccionarios del significado de los nombres que aparecen en Internet, el origen y significado de las posibles opciones, no sea que el nombre que a uno le gusta signifique en griego o en latín "esclavo", "siervo" o cosas similares. Encontré algunos así. Y por supuesto leí listados larguísimos de nombres y recordé los nombres de los personajes de los libros que me gustan porque sonaban bien, pero concluí que los nombres no se juzgan por su sonoridad, por si combinan o no con el apellido, sino por si las personas o personajes que uno conoce o conoció con ese nombre le gustan o no. Uno no le puede poner a un hijo el nombre de una persona que le cae mal o de los que tiene mala imagen. Por eso será que hay pocos Judas. Así las cosas volvimos al principio. Elías o Lorenzo. Pero como se trata de que los dos quedemos conformes llegamos a un acuerdo: se llamará Gonzalo, como un viejo y amable vecino de mi esposo, como mi abuelo.

domingo, 12 de febrero de 2012

La invasión

Estar embarazado es estar invadido. Algo dentro de mi crece, se mueve, se estira. Mientras tanto yo engordo, vomito, me canso. 
Me miro en el espejo y reconozco un cuerpo ajeno. Medidas: 103-94-100. La ropa que llena mi closet ya no me sirve.
"Es una bendición", me dicen y sí, claro, por fin el deseo de tener un bebé se hace realidad. Hay que tener cuidado con lo que se desea. Uno anhela cosas grandes sin pensar en la letra menuda.
Mi invasión tiene hoy el tamaño de un aguacate. 
Me gusta mi aguacate.