No a todo el mundo le gusta la música. Mi mamá por ejemplo prefiere el silencio o la conversación y le parece que el mejor viaje en carretera es el que no tiene como fondo sonoro algo distinto a la charla, los pájaros, el río o el viento.
A mí en cambio me gusta la música, como a casi todo el
mundo, pero el matrimonio me ha enseñado que el de la música es un gusto
difícil en la vida cotidiana por lo invasivo que resulta: no me gustan los
audífonos, a mi esposo tampoco, porque cortan la posibilidad de conversar, pero
entonces ocurre que lo que él quiere oír a mi no me provoca en ese momento, o
no me provoca nunca. Y viceversa. Por ejemplo, en sentido general pueden
gustarme los cantos gregorianos, pero no para la hora del almuerzo familiar. A
él le parece casi un pecado inconfesable que su esposa oiga Rocío Durcal en el
carro o cante Pimpinela en alguna fiesta de amigos.
En todos los consejos que hay para embarazadas, el más
recurrente, además de la buena alimentación, es el de escuchar música como
medio de estimulación prenatal. Al bebé se le forman millones de neuronas en el
primer trimestre de gestación y ya nunca más generará nuevas neuronas. Por no
estimularlas adecuadamente muchas (todo en los bebés se mide en millones…)
mueren antes del parto. Por eso oír música se convierte para las mamás en un
imperativo, una carrera contra el tiempo y contra la muerte veloz de las
neuronas. Las mamás primerizas y paranoicas nos imaginamos que por cada hora “perdida”,
oyendo cosas distintas a la música, el bebé pierde neuronas que luego va a
necesitar por ejemplo en una clase de química, pero luego viene otro artículo
en Internet aclarando que la sobreestimulación es tan mala como la falta de
estimulación y entonces uno queda sumido en el silencio profundo, escuchando la
voz de la conciencia que le dice: relájate escucha tu corazón, o alguna
cursilería así.
Como el Efecto Mozart es tan alabado, tan aplaudido, tan
comentado, tan comercializado, tan vendido, he optado por si las moscas, por si
tanta belleza resulta ser verdad, por oír música clásica a la hora del
almuerzo. Cuando almuerzo en la oficina busco en You Tube y pongo Mozart o
música clásica y me recuesto en la silla. Ojalá cortes que duren una hora y no
6 minutos para poder desconectarme de la pantalla. No tengo audífonos
especiales para ponerme en la barriga como los que se ven en Internet, y a
falta de “audífonos prenatales” también recomiendan subir al volumen más de lo
habitual para que el bebé oiga. Pero como estoy en la oficina, me modero, no subo
tanto el volumen, escucho y aspiro que el bebé oiga y si no, pues que al menos
reciba la tranquilidad que la música clásica me produce a mí (A la hora del almuerzo y teniendo en cuenta
que estoy embarazada, no sé si es tranquilidad o un poco de somnolencia).
Con el embarazo la “radio hablada”, como se llaman ahora las
emisoras de noticias, perdió una oyente. Antes, por mi trabajo, oía noticas
prácticamente todo el día, pero ahora las limito sólo a horas de la mañana. En
el carro pongo CDs y eso implica al menos 2 horas de música que antes eran de
información: la hora de ida al trabajo y la hora de regreso, porque aunque no
vivo tan lejos de la oficina el trancón es cada vez peor. Pero en el carro no
oigo música clásica (esa es la dosis del almuerzo) y más bien sigo un consejo
que me dio un amigo: Si yo estuviera embarazado le pondría al bebé música
brasilera, que es tan alegre y armónica. Así que oigo música brasilera, jazz, reggae,
bolero, celta, son cubano y todo lo que me gusta oír a buen volumen, porque en
el carro sí subo los decibeles hasta estar segura que el bebé sí oye. Parece
carro de hijo de narco (el volumen, no el carro, obviamente).
Así que a diario el bebé recibe su dosis de buena música, de
la que nos gusta al papá y a la mamá. Pero como la mamá debe sentirse bien,
alegre, contenta, entonces el bebé también recibe a veces, sobre todo los fines
de semana, su dosis de plancha y de música (muy) popular. El papá pensará que
le estoy deformando el gusto al niño, pero yo al contrario creo que se lo estoy
volviendo holístico. ¿Cómo les suena?