martes, 6 de marzo de 2012

Probabilidad estadística y certeza

Gonzalo ya no existe. Fue un lío encontrarle el nombre, todo un ejercicio de negociación, digno de armisticio luego de conflicto armado.

Gonzalo tomó forma a comienzos de enero cuando tenía como 8 semanas de embarazo y el médico informó que perder las náuseas podía significar que de pronto el bebé fuera niño, porque con las niñas se produce más estrógeno y eso es lo que genera malestar. Esa explicación ratificó mi intuición: era un niño y así lo asumí.

La confirmación vino con una ecografía del 20 de enero. Después de medir unos huesos y el ángulo que forman el médico informó que había un 85% de probabilidad estadística de que fuera niño. Con ese dato empezamos a buscar el nombre y luego de negociaciones y renuncias llegamos a Gonzalo.

Así empezaron entonces las conversaciones con Gonzalo. El papá le empezó a hablar de idas a fútbol, de llevarlo al estadio y comprarle un balón. El abuelo le contó a sus amigos acerca de su primer nieto y la hermanita, especulando sobre a quién se parecería Gonzalo, dijo que de mí de pronto heredaría la nariz y del papá con seguridad el pipí.

Una segunda ecografía a mediados de febrero arrojó el mismo resultado:  85% de probabilidad estadística de que fuera niño. Con ese dato la noticia se regó entre familiares y amigos: esperamos un bebé que se llamará Gonzalo. Una prima me regaló un overol hermoso, mi mamá le compró unas medias con un estampado de balón de fútbol y otra prima que vive en USA armó una caja con herencias de su hijo y ropa nueva para bebé con dibujos de trenes, balones, dinosaurios.


La presencia de Gonzalo creció todos los días, hasta anoche que en una nueva ecografía el médico, de manera inesperada, saltó de la probabilidad estadística a la certeza: Es niña, anunció. Cuando le pregunté si estaba seguro me dijo: la estoy viendo. Le pregunté que qué porcentaje de confianza tenía esa afirmación y me explicó: esto ya no es una probabildad estadística sino un hecho, estás esperando una hermosa niña.


Y así, por arte de magia (de palabra) Gonzalo desapareció y el sueño de tener una hija cobró forma. Le comuniqué la pequeña novedad a mi familia, que en un instante saltó de la sorpresa a la alegría.
- Póngale Ema, dijo mi hermano
- Ema????
- Ema-frodita
- Para eso la pongo Yuri o Yoni, que son nombres unisex
- Ah, entonces mejor póngala de una Unisex. Unisex García.


Habrá que barajar nuevamente las opciones de nombre. Mi hermano me dice que no me complique, que en todo caso él le dirá "Chala" porque hasta ayer el bebé era "Chalo". 

Otra vez toca pensar: me gustan Raquel y Alicia, pero hay que empezar la negociación con el papá. También me gusta Amanda, que significa Digna de amor. Además del nombre, habrá que cambiar la ropa comprada y devolver algunas cosas pero no importa. Me parece que independiente del nombre que finalmente decidamos, toda esta espera se resume en eso: llegará una hija anhelada, digna de amor. 

1 comentario:

Ana María Mesa Villegas dijo...

¡No había leído este!
¡Chala! Juan Carlos es para uno morirse de la risa.